01
Jul
10

8 años después, la misma impunidad

Concentración en el puente Pueyrredón, el 26 de Junio de 2010

Concentración en el puente Pueyrredón, el 26 de Junio de 2010

El día 26 de junio de 2010 se cumplieron 8 años del asesinato de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki en la conocida Masacre de Avellaneda. Como todos los años, distintas organizaciones estudiantiles, sociales, piqueteras y defensoras de los derechos humanos se organizaron para manifestarse en el Puente Pueyrredón. El viernes 25 se llevó a cabo una jornada cultural y un corte parcial con vigilia, que se convirtió en un corte total el día sábado 26. Esta movilización tenía un reclamo bien concreto: cárcel para los autores intelectuales del asesinato de nuestros compañeros, baluarte de todos y todas los que formamos parte del campo popular.

En aquel fatídico 26 de junio de 2002, la movilización al Puente Pueyrredón fue masiva: la Avenida Pavón estaba colmada por una columna de la Coordinadora de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón y la organización Barrios de Pie, y la Avenida Mitre, por las columnas del Bloque Piquetero Nacional y algunos barrios organizados por el Movimiento Independiente de Jubilados y Desocupados. Todos ellos y ellas, casi la totalidad del poderoso arco piquetero, unidos bajo los mismos reclamos (ver cuadro).

Reclamos del 2002

– Restitución inmediata de los planes de empleo «caídos».

– Aumento de los montos de los planes de 150 a 300 pesos.

– Implementación de un plan alimentario, gestionado por las organizaciones sociales.

– Mayor cantidad de insumos para las escuelas y salas de salud de las localidades con presencia territorial.

– Desprocesamiento de todos los encausados por conflictos sociales y fin de la represión como método de resolución de las demandas.

– A último momento, ante amenazas de desalojo, se incorporó una declaración en solidaridad con la fábrica neuquina Zanón, que se encontraba (y se encuentra aún hoy) bajo gestión de sus trabajadores.

Ante esta situación, la respuesta del gobierno duhaldista fue la represión por parte de más de 2000 efectivos de las 3 fuerzas “de seguridad” (prefectura, gendarmería federal y policía bonaerense). El jefe de la SIDE, Carlos Soria, admitió en su testimonial que durante los días previos al 26 de junio, la SIDE elaboró un informe alertando sobre posibles escenarios de “caos, revolución y toma de poder”, y que por ende la represión a la movilización del 26 de junio “deberá ser un caso testigo para reafirmar la autoridad del Estado”.

Esto responde a la lógica habitual de nuestros gobiernos ante los reclamos del pueblo: la criminalización de la protesta, la invisibilización de la problemática real y la represión. No es algo nuevo ni tampoco algo ajeno a nuestra realidad cotidiana. Sin ir más lejos, el pasado 18 de junio murieron, en Bariloche, 3 jóvenes a mano de la policía, Diego Bonefoi, Nicolas Carrasco y Sergio José Cardenas. Es una lógica cuyo único fin es mantener un supuesto orden establecido y ejercer el poder sobre la población. La constante amenaza busca fomentar la idea de que otra sociedad no es posible, que las cosas son como son y que así deben mantenerse, que protestar está mal, que defender nuestros derechos básicos es un crimen. Poder que sólo busca perpetuar sus intereses, los del mercado, los del capitalismo.

Darío y Maxi eran pibes de barrio, que al igual que muchos otros, luchaban por una sociedad más justa. Ellos creían en la visibilización de todos y cada uno de los miembros de esta sociedad, buscaban un mejor mañana, una mejor forma de hacer política a partir de la construcción diaria y de base. Ese 26 de junio, en el Puente Pueyrredón, la policía hirió a Maxi y a muchos otros compañeros. Desafiando toda lógica individualista, Darío Santillán decidió refugiar y proteger a su compañero, sobre todo cuando algunos policías, bajo el mando de Fanchiotti, ingresaron a la estación Avellaneda, lugar donde se estaban refugiando. En lo que es un claro gesto de resistencia, Darío extendió su palma hacia la policía, como si una pared invisible pudiera protegerlos. A pesar ellos, fueron asesinados a sangre fría.

Este año, por vez primera, organizaciones afines a este gobierno, como La Cámpora y Movimiento Evita, organizaron un acto en el Puente Pueyrredón, en lo que intenta ser una diferenciación de otros sectores políticos de cara a las elecciones del 2011. Al igual que con la marcha del EMVyJ por el 24 de marzo, esto es solo un reflejo de las políticas de cooptación de las banderas históricas de la izquierda que llevan adelante los sectores que conforma al kirchnerismo. Su presencia en estos actos y marchas donde siempre estuvieron ausentes es recibida por los organizadores históricos como un acto de provocación, ya que pretenden adueñarse de ese espacio pero sin tomar los reclamos de justicia, buscando convertir un acto de lucha en una mera conmemoración.

Los responsables materiales (Alfredo Fanchiotti y Alejandro Acosta) fueron encarcelados, pero los responsables políticos permanecen libres: Duhalde (entonces presidente interino y actual candidato para el 2011), sus ministros, Carlos Ruckauf y Alfredo Atanasof, y también el entonces gobernador bonaerense, Felipe Solá. Todos ellos gozan hoy de la más vergonzosa impunidad, al igual que Aníbal Fernandez, secretario general entonces, quien hoy es jefe de gabinete del gobierno kirchnerista.

El asesinato de Maxi y Darío exige justicia y  debe permanecer en nuestras memorias, no como simple recuerdo de un hecho, sino como luz que nos impulse en la lucha por un mundo más justo. Como decía Darío: “Sepan que sólo muero si ustedes van aflojando, porque el que murió peleando vive en cada compañero”.


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